Se
cruzan sorpresivamente en medio de la noche,
se
saben conocidas
mentirosamente conocidas
y
la ciudad es ring para los cuerpos que desamaron.
Tu
perfil hace frente,
saca
el pecho en un cara a cara violento,
se
planta delante, intimida,
y
con un dedo soberbio llama
a
mi imagen de vos.
Ella
va.
Siempre
va a reafirmarse en la cicatriz de tu boca
y se
enrosca en los tobillos hasta lastimar.
Ahí
están las dos,
midiéndose
los pasos, mostrando los dientes.
Que vos nada, que yo más, que vos nunca, que yo no,
que vos antes y yo tal vez ahora.
Minutos
más, tus brazos desaparecen en la noche
y el
pelo recogido te adelgaza la piel.
Te sobra
nombre y seguro te confunden
los
que pasan y empujan como si no hubieses venido.
En cambio
mi imagen de vos descree del espejo.
Te niega
de frente y le crecen virtudes.
Brilla,
obstinada, inmaculada,
se
ensancha como la sombra y el sol de costado.
Vos
nada y ella más.
Que los ojos, que cómo calla,
Gana.
Te derriba
y no es capaz de acercarte un vaso de agua
cuando
de la ceja chorrea la sangre.
Siempre
gana la imagen que no envejece.