martes, 31 de enero de 2012

Infancia (2011)

Los sábados a la mañana se cambiaban las sábanas y en la cucheta nacían cortinas. Las nenas con las nenas, los nenes con los nenes. Cada nave un viaje, cada cama un mundo.
¿Y si hoy es un castillo?
¿Y si levantamos los colchones?
¿Y si es un barco rodeado de tiburones?
Hoy no cambio las sábanas tan seguido y me olvidé cómo se armaba la cueva.
Si volviera a mi cucheta me quedaría ahí para siempre.

lunes, 30 de enero de 2012

Genealogía de mi buen humor

Quienes han amanecido alguna vez conmigo (en esta parte usted puede recordar y sonreír o sonrojarse según sea el caso) sabrán que en cuanto abro los ojos e incluso antes de rodar mi cabeza y despegarla de la almohada, me invade casi sin explicación alguna un buen humor que sería apropiado para un viernes a la noche pero no para, por ejemplo, un martes a las siete de la mañana (bien sabemos que los martes no tienen nada de especiales).
Esta cualidad de mi carácter me ha valido tantos halagos como críticas y aunque podría atribuírmela a mi propia cosecha en los años que llevo vividos y hacer alarde de una alegría ejemplar prefiero hacer público el origen de mi buen humor a fin de ayudar a aquellos que también sin razón alguna amanecen con cara de perro al que le acaban de pisar la cola.
El asunto es que desde muy pequeña y hasta la actualidad fui la mayor de cuatro hermanos, un número de niños que hace parecer pequeño a cualquier espacio físico habitable por una familia de clase media aunque por momentos fuera más clase tercia que otra cosa. Supongo que con el objetivo de optimizar el espacio y para que dormir y jugar no fueran opciones excluyentes, mis padres compraron dos hermosas cuchetas de pino que colocaron estratégicamente en nuestras habitaciones. Por ser la mayor, o al menos creo que era esa la razón, yo dormía en la cama superior de la cucheta, es decir, en la que si uno se recuesta boca arriba ve el techo en vez de ver una serie de maderas verticales que sostienen un colchón estampado con flores azules y verdes.
Al llegar la mañana mi madre llamaba uno por uno a los cuatro hermanos por su nombre para que se despertaran y se vistieran para ir al colegio. Los menores, es decir los hermanos que no eran yo, se deslizaban casi rodando sobre el colchón en el que estaban durmiendo y dejando caer su pie al lado de la cama lo apoyaban y sin mayor esfuerzo apoyaban luego el otro hasta poder ponerse de pie con una simple contracción de los muslos y sus pequeños glúteos. Ante la misma necesidad de despertar mi situación era completamente distinta.
Vaya a saber uno por qué la cucheta carecía de una escalera apropiada para ascender y descender de la cama superior, esto me obligaba a despegar rápidamente mi espalda del colchón y tomando un envión considerable (de lo contrario caería encima de mi hermana María Laura), saltar un metro al costado de la cama cayendo con mis dos pies juntos y mis rodillas flexionadas para amortiguar el golpe. Semejante muestra de ejercicio a tempranísimas horas de la mañana hacían que una vez puesta de pie cada una de mis células se despertaran al unísono sintiéndome a las siete de la mañana con una energía propia de las once. Además la necesidad de caer con ambos pies juntos evitaba la posibilidad de amanecer con el pie izquierdo que tanto mal le causa a la sociedad. El beneficio no termina allí, mientras que algunas personas dicen muy claramente “A mí no me hables cuando me levanto mal”, yo comenzaba a ejercitar una verborragia sorprendente que rara vez obtenía respuesta en mis seres queridos, la ausencia de timidez se deriva de las horas ganadas en lo que respecta a charla en comparación con quienes despertaban en una simple cama cercana al piso.
Así que si usted es uno de los ejemplares que habiendo dormido en una cama petisa tienen luego durante todo el día una cara de haber olido de cerca vinagre de vino y un humor propio de un inspector de tránsito, le sugiero que pruebe con comprarse una cucheta. Las de caño tienen lo mismos efectos que las de madera y puedo dar cuenta de ello porque me he tomado el trabajo de comprobarlo en carne propia. Con más cuchetas en el mundo habría más sonrisas en la calle y, no todos, pero gran cantidad de los problemas estarían resueltos al menos por la mañana y antes de que nos demos cuenta de que aún con buen humor hay seguir yendo a trabajar.

viernes, 27 de enero de 2012

Piel (2009)

sólo piel
sola y terriblemente piel
violenta, impúdica,
sarcástica piel
sin matices, sin secretos
sin domingos ni feriados
sin asfalto, ni rodeos
asquerosamente piel
sin tapujos ni tapados, piel
sin decencia ni entereza
sin fingida fortaleza
sin amor ni atardecer,
sin prometer
deliciosamente escurridiza,
acallada y fugitiva
escondida, silenciosa,
liberada,
desprolijamente derramada
enmarañada
irascible,
tristemente predecible

   
ESTA TRISTEZA ES TUYA PORQUE ANTES NO ERA Y AHORA ME SOBRA.
                                                                                                        (2010)                                                                                                  

Modus operandi

Extraña manera tenés de dolerme
encendido entre las sábanas sombrías de mis días.
Hermosa forma de desnudarme sin tiempo
deshilachando los pétalos de mi último vestido.
Usurpando rincones que descubrís en el silencio
te arraigás en los ángulos que sostienen mi casa.
Dejá que me entregue a recoger las limosnas,
los besos que se caen de tu bolsillo desesperado.
                                            
                                                              (2009?)

Lugareño

Yo quiero ser un lugareño y entre todas las nubes adivinar la tormenta,
saber las profundidades del rio en cada orilla
y conocer su curso como las líneas de mi mano.

Yo quiero ser un lugareño y plantar la vid en el momento oportuno,
saber elegir la uva más dulce
y dormir mis hijos con el canto verde del rio.

Nativa

Extranjera de tu ruido y tus manos frías, del aroma a nada y de tus ojos cerrados.
Ajena a tus heridas, hija de tu cuero curtido. Lejana de tus besos de sal endurecida.
Extranjera de tu tierra y de la mía, parto hacia el camino que me marca un colibrí.
Lejos de tu piel yo me pertenezco, me reconozco nueva y me enamoro de mis manos. En el camino me recorro, me anido en los sauces que crecen en mi vientre. En el camino permanezco extasiada de solo estar.
Vienen a mi encuentro algunos pájaros, me nombran musicales, suspiran al decirme y se van.
Acostumbrada a tu cuerpo busco las espinas pero quienes me encuentran se niegan a herirme. Nuevamente me acarician con miradas transparentes.
Acostumbrada a tu apuro me obligo a decidir, abandono la ruta y anhelo la quietud. El camino vuelve a sorprenderme invitándome a la duda, pausa silenciosa en la que me dejo acariciar.
Que la tierra me ame que a eso he venido. Que tu boca me cante que la quiero escuchar.
Extranjera de las sombras he de volver un día a no encontrarme en la noche donde me vieron pasar.
Aquí pertenecen mis piernas delgadas. Aquí nació mi cintura ansiosa. Soy nativa de los cerros que se erigieron en mis hombros, soy originaria de los valles fértiles de mi cuerpo. Bebí al nacer del río que alimentó mi sueño.
Extranjera de otros versos soy nativa de mí misma.

                                                                                            (Purmamarca, enero de 2010)

domingo, 8 de enero de 2012

Le debo a los fresnos los otoños de mi infancia.
Le pido a los sauces los remansos de este tiempo.

jueves, 5 de enero de 2012

Mujeres/3

En el trabajo de Ana si vas enfermo te dan un premio.
Hubo un año en que sufrió tanto que le pesaba todo el cuerpo mientras firmaba la asistencia, amanecer era la triste confirmación de no haber muerto la noche anterior.
            A media mañana lloraba encerrada en el baño, mordiéndose los labios y mojando el uniforme con lágrimas oscuras. Tenía las manos ásperas de arar heridas y las cicatrices abiertas burlando el tiempo. Los párpados hinchados le tapaban los ojos y caminaba rozando las paredes por miedo a caer.
No faltó un solo día al trabajo.
Al llegar diciembre apenas podía respirar cuando la nombraron empleada del año y le entregaron el cheque.

miércoles, 4 de enero de 2012

Nocturno

Un aro de humedad abraza la luna
y la noche se estira manchando las veredas.
El silencio es profundo en la oscuridad de mi casa
y yo, que aún no tengo sueño,
agradezco tu cobardía.