martes, 19 de febrero de 2013


El sol era tibio y duradero, apenas si nos rozaba
la cara al teñir de amarillo cada porción de vida.
Árboles amarillos, hojas amarillas, bocas anaranjadas,
ojos anaranjados, pies amarillos.
Cada paso era el sonido del paso,
crujido delator de camino y caminante.
 Cielo amarillo, charco  amarillo, viento sereno.
Cerrábamos los ojos para teñirnos por dentro
dejando al otoño vestirnos el nombre.