viernes, 27 de enero de 2012

Nativa

Extranjera de tu ruido y tus manos frías, del aroma a nada y de tus ojos cerrados.
Ajena a tus heridas, hija de tu cuero curtido. Lejana de tus besos de sal endurecida.
Extranjera de tu tierra y de la mía, parto hacia el camino que me marca un colibrí.
Lejos de tu piel yo me pertenezco, me reconozco nueva y me enamoro de mis manos. En el camino me recorro, me anido en los sauces que crecen en mi vientre. En el camino permanezco extasiada de solo estar.
Vienen a mi encuentro algunos pájaros, me nombran musicales, suspiran al decirme y se van.
Acostumbrada a tu cuerpo busco las espinas pero quienes me encuentran se niegan a herirme. Nuevamente me acarician con miradas transparentes.
Acostumbrada a tu apuro me obligo a decidir, abandono la ruta y anhelo la quietud. El camino vuelve a sorprenderme invitándome a la duda, pausa silenciosa en la que me dejo acariciar.
Que la tierra me ame que a eso he venido. Que tu boca me cante que la quiero escuchar.
Extranjera de las sombras he de volver un día a no encontrarme en la noche donde me vieron pasar.
Aquí pertenecen mis piernas delgadas. Aquí nació mi cintura ansiosa. Soy nativa de los cerros que se erigieron en mis hombros, soy originaria de los valles fértiles de mi cuerpo. Bebí al nacer del río que alimentó mi sueño.
Extranjera de otros versos soy nativa de mí misma.

                                                                                            (Purmamarca, enero de 2010)

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