La conocí en un pueblo pequeño con nombre pretencioso. Quenti esperaba a su papá y practicaba la última canción que había aprendido a tocar con la quena.
Hasta ese momento ya había vivido en cinco ciudades distintas y conservaba intactos todos sus recuerdos que no podían más que ser frescos. Cuando le pregunté cuál era la ciudad que más le gustaba me contestó arrastrando suavecito el nombre Hu…ma…hua…ca y los colores de la Quebrada le pintaron una sonrisa luminosa en la cara.
Quenti ya encontró su lugar en el mundo, tiene nueve años y nos lleva una vida de ventaja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario