miércoles, 2 de mayo de 2012

Respuesta

Ya sé, no van a venir.
Cómo no saberlo si fui yo quien decidió salvarlos
de la noche que empezaba entre los pliegues fríos de un puño
y nadie sabía donde terminaba.
Tampoco me quedé a averiguarlo.
Al irme los llevé conmigo
y ahora no están, no vendrán.
Les negué en el quejido de mi última palabra,
en el abandono helado del infierno, 
la posibilidad de vivir.
No se harán carne en otro deseo,
y sin nacer
no podrán siquiera morir.

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