jueves, 6 de junio de 2013

El juego se trataba más de la tierra que entraba por el corte de la chapa y ensuciaba los pantalones que del camino que dejábamos mientras mi primo nos arrastraba. Hacia adelante se abría el campo y no quitaba mis ojos de la chapa y su bruma.
Hoy la llanura, o su recuerdo, huele a metal.

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